La dualidad éxito/fracaso ha estado presente en este blog desde su comienzo, y hoy me permito retomar esa temática con una crítica —espero que constructiva— a alguien que puede considerarse el éxito personificado: el empresario Amancio Ortega. No es que le tenga especial animadversión, podría haber elegido a muchos otros para esta crítica, pero creo que él es la figura más relevante y representativa de lo que quiero exponer. De ahí que le dedique la carta abierta que escribo a continuación.
Estimado Sr. Ortega:
No creo que vaya usted a leer nunca estas líneas. Seguro que no ha alcanzado su excelente estatus perdiendo el tiempo en nimiedades como esta. Aún así, voy a escribirlas igualmente. Después de todo, quién sabe si el azar puede hacer que un día aterrice en esta humilde página.
Le comentaré, pues, el motivo de mi carta.
Verá, como multimillonario que es, estará usted acostumbrado a escuchar infinidad de alabanzas a su persona. Es evidente que ha tenido una trayectoria envidiable y no pongo en duda su capacidad como empresario. ¡Faltaría más! A la vista están sus resultados. Sin embargo, lamento mucho decirle que, a pesar de todo, yo no le admiro.
Ya imagino que eso no le quitará el sueño, pero me gustaría explicarle porqué.
Saliendo de un lugar humilde ha llegado a ser, según los entendidos, el tercer hombre más rico del planeta, seguramente a base de muchísimo trabajo y no menos inteligencia. Esas fuentes estiman su fortuna en 57000 millones de dólares (datos de marzo 2013), y le señalan como el hombre que ha ganado más dinero en 2012, con 19500 millones de dólares. Unas cifras mareantes para el común de los mortales, cuyas mentes no alcanzan a imaginar magnitudes de tal calibre.
A la vista de estos datos, encarna usted el perfecto prototipo de hombre de éxito. Un ejemplo a seguir.
Pero, dígame Sr. Ortega, ¿qué valor crea usted para su entorno desde su privilegiada posición? Reconozco que no me he estudiado todos los pormenores de su actividad, y puede que me sorprendiese al saber la respuesta. Sé que ha hecho cuantiosas donaciones, que preside fundaciones benéficas y que su empresa da trabajo a muchas personas. Todo eso está muy bien, de verdad, pero me parece poco para la dimensión en la que usted se halla.
Parece ser que el mercado inmobiliario es una de sus grandes fuentes de ingresos. Posee numerosos edificios en algunas de las ciudades más caras del mundo. Sus oportunas y exitosas inversiones le reportan grandes beneficios, pero repito, ¿qué aporta eso a su entorno? ¿Qué valor está generando usted? Esa misma especulación fue la que insufló el aire a nuestra particular burbuja. ¿Le parece que ha traído algo positivo para la sociedad, más allá de los que se lucraron con esas prácticas nefastas?
Como antes mencioné, da usted trabajo a miles de personas en sus innumerables tiendas. Sin embargo apuesta por la deslocalización de sus plantas productivas, muchas de las cuales se encuentran en países asiáticos. ¡Lógico! —me dirá. Claro, allí la mano de obra es infinitamente más barata, lo que le permite multiplicar sus ganancias. Por simple desconocimiento, no entro ya a valorar cómo y dónde pagan impuestos sus sociedades, aunque no es difícil aventurar que muchos se van fuera de España, ¿me equivoco?
Lo que sí puedo decir sin temor a equivocarme es que, si sus fábricas estuviesen en territorio español, miles de familias vivirían de ello. ¿No cree que eso generaría verdadero valor en un momento como el que vivimos? Ya, ya sé. Entonces usted ganaría menos dinero. Y tal vez no sería el tercero más rico del mundo. Quizá sería el 10º. O el 20º. O incluso el 100º. Pero, ¿cree que viviría usted peor siendo el número 100 de la lista? ¿Qué se puede hacer con 57000 millones que no se pueda hacer con 10000 o 20000? ¿No estarían todas sus necesidades de sobra cubiertas?
Entiéndame bien. No estoy diciendo que tenga obligación de hacer nada por nadie. El hecho de ser rico no obliga a convertirse en una ONG. Cada uno hace lo que le parece. Solo le estoy explicando porqué no le admiro, nada más. Y me da rabia, no se crea, porque sí tiene otras cualidades que considero admirables.
Entre estas cualidades está su descomunal olfato para los negocios y su visión empresarial. Con tales virtudes y semejante patrimonio, ¿me está diciendo que no tiene la posibilidad de crear nada de más valor? Me refiero a valor de verdad. No algo volátil y efímero como la especulación financiera, sino tangible y duradero como su imponente imperio empresarial. Algo que signifique un cambio de profundo calado para su tierra. Si se lo propone, usted puede desencadenar ese cambio. Tanto es así, que puede poner la primera piedra para transformar radicalmente el sino de nuestro país. ¿Cómo? En lugar de fabricar en Bangladesh, fabrique en España. En lugar de invertir en ladrillo, invierta en conocimiento. Permita a profesionales de su país desempeñar su trabajo sin tener que irse a miles de kilómetros.
Además de intereses y de rentabilidad, usted sabe mucho de industria y de la importancia que esta tiene para la economía de un país. ¿Porqué no la promueve? ¿Porqué no crea nuevas industrias o apoya las existentes? ¿Qué supone para usted establecer una empresa tecnológica o un centro de investigación —por ejemplo— en suelo español? Yo diría que puede afrontar el gasto, ¿no? Si usted no puede, ¿quién puede? Es más, con su instinto para los negocios, apuesto a que sería capaz de obtener ganancias incluso.
Como he dicho antes, cada uno decide qué hace con su dinero. Los hechos demuestran que usted lo hace muy bien —para sus intereses—, por eso ocupa un lugar en el pódium de ricos. Pero si le importa algo mi opinión, yo solo le admiraré —y profundamente, se lo aseguro— cuando haga estas cosas que digo, aunque ello le cueste salir del top 100.
Usted es considerado un absoluto triunfador. No sé cómo lo ve usted pero, si yo fuese el tercer hombre más rico del mundo y no hiciese todo lo posible por mejorar mi tierra, me sentiría un completo fracasado. Se lo digo con total sinceridad.
Es triste que el dinero sea el único motor que nos mueve. Todos queremos tener más y más. Pero aunque no lo parezca, hay cosas mucho más valiosas que el dinero.
¡Se me ocurren tantas cosas que hacer! Pero por desgracia no tengo sus recursos...
En fin, no quiero acabar sin antes dejar claro que me alegro de que le vaya tan bien. Ya sabe que, en nuestra querida España, se lapida con saña a todo aquel que tiene éxito en algo, sobre todo si es de casa. Yo no soy de esos.
Nada más Sr. Ortega. No se tome esto como algo personal. Lo mismo opino de otros colegas suyos con menos renombre pero cuentas corrientes igual de rebosantes. Quizá haya escuchado que, este verano, disfrutó de unas vacaciones en Avión (Ourense) el hombre que ostenta el cetro mundial de los multimillonarios, el mejicano Carlos Slim, invitado por otro millonario de la zona. Esa es una tierra de emigrantes por excelencia, muchos de los cuales también lograron amasar ingentes fortunas, principalmente en México. ¿Y qué es lo mejor que hacen por su pueblo? Exhibir sus coches caros y llevarse al gaznate la mejor comida y bebida cuando vuelven de vacaciones. Ah, y pagarle a los vecinos un par de conciertos a modo de limosna. Pero, eso sí, los "ahorrillos" los tienen en otros países. Y los negocios también.
Atentamente,
Ciudadano P