domingo, 3 de marzo de 2013

Definamos fracaso

El fracaso (y el éxito) es claramente un concepto subjetivo. Lo que para unos es un fracaso estrepitoso, para otros puede ser un hecho apenas sin importancia. Todo depende de la óptica con que se mire y de las circunstancias. Por otro lado, el fracaso es un término tan denodado que usarlo suena casi apocalíptico. Yo afirmo que he fracasado, pero eso no significa que esté meditando la mejor manera de suicidarme. Y por supuesto, fracasar no implica ser un fracasado, sino que has intentado algo y te ha salido mal, nada más (y nada menos). Reconocerlo y asumirlo es el primer paso ineludible para ser capaz de rentabilizar el error en forma de aprendizaje.



Dicho esto, voy a poneros en situación para que cada uno decida cómo valorarla.

Hasta hace un par de años trabajaba en una empresa (llamémosle SA) de relativa importancia en el sector industrial-tecnológico. Me gustaba el trabajo y además me permitía vivir en mi ciudad de origen, donde me encontraba muy a gusto. Sin embargo, el desgaste del tiempo, la profunda inestabilidad de la empresa azotada por la crisis y otros factores personales, me hicieron sucumbir a los cantos de sirena de la emigración alemana. Siempre me sentí atraído por este país y ya llevaba tiempo barajando la idea (como algo remoto, eso sí), por lo que fue desde el principio mi primera elección. Naturalmente, el panorama paradisíaco transmitido por ciertos programas televisivos también tuvo su influencia.

Así que, tras darle infinidad de vueltas en la cabeza, me decidí. Cerré mi acuerdo con una multinacional alemana (que vamos a llamar AG) y me dispuse a cambiar de país (y de vida). Aquellos que odiéis profundamente las mudanzas, como yo, no podéis ni imaginaros la locura que es hacer una internacional, ¡convierte a las otras en un juego de niños! Sobre todo cuando vas a lo desconocido. Pero nada, me até la manta a la cabeza, metí lo que cabía de mi vida en un coche y puse rumbo a Alemania, la tierra donde esperaba recibir el ansiado reconocimiento profesional del que todos nos creemos merecedores (¿o no?).

Y por fin, aquí estaba yo, en la Meca de la tecnología, trabajando como ingeniero en la sede central de una sólida empresa (eso creía yo) con presencia en varios países de todo el mundo y con un sueldo que superaba con creces el doble del que tenía en España. A pedir de boca, ¿no? Ya. El problema fue que hasta aquí duró el cuento de hadas. Es como en las películas románticas, que cuando los protagonistas se casan, suena la música, se dan el beso de rigor y salen los títulos de crédito. Ya no muestran cuando luego el marido deja la tapa del váter abierta y se tira pedos por toda la casa o cuando la mujer atasca el desagüe con los pelos que se le caen. Pues ahí donde los cuentos acaban, la vida real continúa. Y desde ese mismo momento, la situación se fue tornando bien distinta hasta encontrarme en el paro dos años después, a causa de la delicada situación financiera por la que AG atraviesa (una verdadera paradoja).

Por cierto, a todo esto, SA, la empresa titubeante de la que me fui, sigue con vida. ¿No es irónico? Bueno, en honor a la verdad diré que han sufrido un ERE al mismo tiempo que yo perdía mi trabajo aquí. Parece que era cosa del destino...

En fin, lo que ocurrió en esos dos años será objeto de otra entrada, donde expondré algunas de las causas que provocaron este revés que yo llamo fracaso. Y tú, ¿cómo lo valorarías?

Como reflexión final sobre fracaso, dejo las palabras de Michael Jordan en un anuncio para su patrocinador de ropa deportiva (puedes verlo aquí). Se ha puesto muy de moda usarlo en charlas de motivación para emprendedores, pero es totalmente aplicable a otras facetas de la vida.
"He fallado más de 9000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 partidos. En 26 ocasiones me han confiado el tiro decisivo del partido... y lo he fallado. He fracasado una, y otra, y otra vez en mi vida. Y es por eso, que tengo éxito."
- Michael Jordan -

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