jueves, 23 de mayo de 2013

Recursos inhumanos

Resulta evidente que este mundo apesta cada vez más. Lo hace por los cuatro costados, de tal manera que la escasa moral que pudo existir algún día está cerca de esfumarse por completo. Nada importa salvo hacer dinero y medrar a toda costa. Se pisa a quien haga falta sin la menor consideración por su dignidad. Políticos y banqueros representan como nadie esa vil bajeza del ser humano, pero esta filosofía que impera en nuestros días puede observarse en muchos otros colectivos, como el que voy a tratar hoy: los llamados reclutadores, cazatalentos o headhunters.


Para ser sincero, los departamentos de RR.HH. no han sido nunca santo de mi devoción. Quizá haya tenido mala suerte con los que me han tocado, no lo sé, pero la realidad es que he visto siempre comportamientos despreciables por su parte, en distintas empresas y con distintas personas.

El caso es que, en la situación de necesidad que vivimos, muchos han visto la oportunidad de convertirse en buscadores de personal para las empresas. Algunos han creado agencias de reclutamiento y otros trabajan por cuenta propia, incluso desde casa. Las empresas acuden a ellos para demandar un determinado perfil profesional y ellos les proporcionan una serie de personas que cumplen los requisitos. Naturalmente, no les resulta difícil hacerse con montones de CV's de gente deseosa de trabajar, y las empresas aceptan pagar sus servicios para evitarse esa primera criba.

Si uno visita las webs de esos "cazadores", observa unos rasgos comunes a todos ellos. Proclaman a los cuatro vientos su especial vocación por las personas de las que dicen estar al servicio y explican cómo su inigualable ojo clínico les permite identificar el talento evitando que se desperdicie, restaurando así el equilibrio cósmico de forma puramente altruista. 

¡Menuda sarta de mentiras! A esos tiburones, las personas y el talento les importan un carajo.

A lo largo de mi trayectoria he tenido contacto con un buen número de estos elementos. Prometo que, cada vez que me topo con uno nuevo, dejo de lado cualquier prejuicio y le concedo la presunción de inocencia. Aún así, tienen la asombrosa capacidad de defraudarme en un tiempo récord. En los últimos meses la frecuencia de contacto se ha incrementado todavía más, debido a mi situación, deparándome en todos los casos resultados infructuosos. Ojo, no por el hecho de no conseguir trabajo, sino por el comportamiento lamentable que han tenido. Acepto sin rechistar que no me den un empleo porque no soy la persona indicada, pero no admito que me traten sin el más mínimo respeto. Por ahí no paso.

Os contaré un caso que me ocurrió hace ya tiempo, cuando aún trabajaba. En aquel entonces no estaba buscando trabajo, por lo que no había iniciado ninguna gestión, ni enviado solicitudes, ni datos, ni nada parecido. Bien. Pues un día, me suena el teléfono en el trabajo. Alguien pregunta por mí. "Sí, soy yo" —respondo—. Entonces, el fulano me suelta sin más preámbulos que si estaría interesado en cambiar de empleo, que su cliente es una empresa muy potente, que si patatín que si patatán... Hace falta tener poca vergüenza. Un tío consigue mi teléfono del trabajo sin que yo se lo dé, me llama en plena jornada laboral y me propone dejarlo para irme a otro lado. De entrada, lo considero una flagrante invasión de la intimidad, pero es que aparte podía haberme buscado un lío con mi empresa. El trabajo ya es un bien tan preciado que, solo por venir ofreciéndolo, se creen con derecho a abordarme sin el más mínimo tacto.

Más ejemplos recientes. Alguien que no conozco se pone en contacto conmigo, me habla de una supuesta oferta de empleo, me pregunta si me interesa y me pide que le envíe mi CV y otra información adicional. Propone concertar una entrevista telefónica para comentar un poco los detalles de mi experiencia y tal. Lo típico. Naturalmente valoro la oferta y, al ver que me interesa, accedo. Le indico que estoy de acuerdo y que hablaremos, y procedo a enviarle lo que solicita. Automáticamente, en ese momento el tío se desvanece y no vuelvo a recibir noticias suyas. Le mando un par de correos para ver qué pasa y no me contesta. De la oferta nunca más se supo.

Con algunas variaciones en la historiaasí a bote pronto, puedo recordar media docena de ocasiones en las que se ha repetido esta misma experiencia en los últimos meses.

Ante estos hechos, evidentemente, uno se pregunta: ¿A qué coño juega esta gentuza? ¿Qué pretenden con esa tomadura de pelo? Muy sencillo: simplemente buscan incrementar su particular nómina de candidatos. Muchos de esos indeseables necesitan ampliar el elenco de nombres que poder ofrecer a las empresas, y la forma que tienen de hacerlo es esta. Te ofrecen un hipotético puesto —que a veces directamente se inventan— para conseguir tu CV y todos tus datos de contacto. A partir de ahí, si te he visto no me acuerdo. Ya tienen lo que querían: tu ficha.

Después, si tu perfil encaja, se lo ofrecerán a una empresa que puede llegar a pagar por tu CV aunque no te contrate. Un CV que el reclutador, recordemos, ha obtenido gratis de ti. Uno de ellos tuvo incluso la desfachatez de pedirme que no enviara solicitudes a más empresas, porque así ya tendrían mis datos y él no podría vendérselos. ¡Con dos cojones!

Hay que ser muy ruin para aprovecharse de los dramas de la gente, como es este del desempleo. Para esas sabandijas sin escrúpulos, las personas son simple ganado con el que comerciar.

Tristemente, en la selección de personal y los RR.HH. hace mucho tiempo que todo vale. Gestionar algo tan valioso como los puestos de trabajo les confiere el poder de jugar a ser Dios y decidir a su antojo el futuro de la gente. Avasallar a las personas y dilapidar el talento son prácticas comunes, mientras que escaseala honestidad, el respeto y la elegancia. Lo tenemos crudo aquellos que no contamos con la amistad de algún gerente o cargo importante. Así están las cosas.

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2 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

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    1. Como integrante del otro "bando", sería interesante que explicases tu punto de vista respecto a lo expuesto en el artículo.

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